Fotos Oasis Occidentales - Sunt Viajes Egipto

Oasis

Fotos Oasis Occidentales & Oasis de Siwa - Sunt Viajes Egipto

. OASIS OCCIDENTALES Bahariyya, Farafra, Dakhla, Kharga

. OASIS DE SIWA

 

Hubo un tiempo en el cual la inmensa extensión del Sáhara no era un erial carente de vida y castigado por el sol, sino una bulliciosa sabana por la que deambulaban animales de todo tipo acompañados por diferentes grupos humanos. Los estudios de georradar de la NASA demuestran que hace 12.000 años los cursos de agua no eran extraños allí, mientras que el yacimiento de Nabta Playa –situado casi en el mismo paralelo que Abu Simbel, donde se alzan los famosos templos erigidos por Ramsés II mucho después– nos habla del modo de vida de esos grupos trashumantes de cazadores-recolectores. Por desgracia para ellos, con el tiempo las condiciones climáticas cambiaron y poco a poco la región se transformó en el desierto que hoy todos conocemos. Algunos de estos grupos humanos se terminaron asentando a orillas del Nilo y fueron el germen del que nacería la civilización faraónica.

Los lagos de la sabana se secaron, pero en el subsuelo de algunos de ellos se conservaron grandes acuíferos con agua acumulada durante milenios. Como estos acuíferos calizos eran porosos, las gentes pudieron sacar el agua a la superficie excavando pozos. Tal fue el origen de los oasis egipcios. De todos ellos, los cinco principales se distribuyen de norte a sur formando un arco que se curva hacia el Nilo. El más septentrional es Siwa, al que siguen Bahariyya, Farafra, Dajla y Jarga, que es el más meridional. De estos cinco, el de mayores dimensiones es Dajla, con una población cercana a las 75.000 personas y una extensión de casi 2.000 km², mientras que el más pequeño es Farafra, donde hasta hace poco sólo vivían 2.500 personas.

Situados en pleno Desheret (“La tierra roja”), los oasis se encontraban en medio del peligroso mundo de caos que rodeaba la burbuja de orden que representaba el Nilo y por ello eran considerados por los egipcios casi como territorio “extranjero”. No obstante, dado que el contacto entre el desierto y el valle del Nilo no se interrumpió nunca, los dos oasis más meridionales formaron parte desde siempre de las tierras que se encontraban bajo el control directo del faraón y sus administradores. Dajla y Jarga fueron puntos de paso de las expediciones enviadas por el monarca hacia el sur de África en busca de bienes de lujo: marfil, incienso, pieles de pantera, ébano, oro… En cambio, en Siwa, Bahariyya y Farafra no hay restos faraónicos anteriores a la dinastía XXVI. Estos tres oasis, los más septentrionales, estuvieron siempre enclavados en pleno territorio de las tribus libias, a pesar de que durante la dinastía XVIII todos los oasis occidentales fueron absorbidos por la administración egipcia.

Historia National Geographic

 

Oasis de Bahariyya

 

Fotos Oasis de Bahariyya - Sunt Viajes Egipto

 

El oasis de Bahariyya ocupa una depresión de 2.000 km. cuadrados situada 265 km. al sudoeste de El Cairo.

Aunque se trata de un área que fue un importante centro agrícola desde el Imperio Medio, gran parte de los antiguos monumentos que hay por los alrededores datan del Imperio Nuevo y la época de los romanos.

Comunicado con el valle del Nilo, el oasis de Fayoum y Siwa mediante algunas rutas de caravanas, Bahariyya era famoso por su producción de trigo y uva.

En los últimos años, las excavaciones arqueológicas han empezado a desenterrar gran parte de su herencia ancestral.

Lonely Planet

 

 

 

A finales de la década de 1990, Bahariyya alcanzó resonancia mundial cuando en las arenas de los alrededores de Bawiti se halló uno de los escondrijos de momias más espectaculares jamás encontrado en ese país rico en antigüedades. Se desenterraron más de cien momias en una sola temporada en un yacimiento cuya extensión cubría 6 kilómetros cuadrados. Se llamó a este desierto barrido por el viento “valle de las momias doradas“ y se cree que puede haber cientos, si no miles, de momias en lo que podrían ser panteones familiares que datan del reinado de Alejandro Magno.

Este silencioso testimonio de una época pasada podría arrojar nueva luz sobre la historia de esa parte de Egipto durante el periodo grecorromano, un interludio de seicientos años que forma la transición del tiempo de los faraones a la era cristiana. En aquella época, Bahariyya era un oasis en expansión y sus tierras ricas y fértiles, regadas por fuentes naturales, eran famosas por su producción de trigo y vino. Hubo familias griegas y posteriormente romanas que se asentaron en el lugar y formaron una especie de élite de expatriados.

Las investigaciones sobre el oasis demuestran que tras una breve decadencia, tolomeos y romanos se enfrentaron para obtener el control del oasis y los administradores romanos emprendieron un importante programa de obras públicas para expandir los sistemas de irrigación, que consistió en la excavación de pozos, restauración de acueductos y construcción de carreteras. Miles de edificios de adobe se propagaron por el oasis. Bahariyya se convirtió en el productor principal de grano del imperio y fue sede de una notable guarnición de soldados; su riqueza creció en proporción.

Sigue siendo un misterio cómo afectó este cambio a los habitantes de los oasis, pero es probable que su suerte fuera adversa. Los romanos gravaban con fuertes impuestos a quienes no eran ciudadanos del imperio. Un estudio ha demostrado que la esperanza de vida de los egipcios descendió hasta situarse entre los 22 y 25 años durante el periodo romano. Mediante el examen de los restos momificados que se encuentran en el lugar, los expertos intentan explicarse si los residentes de Bahariyya fueron más afortunados que los del valle del Nilo.

Lonely Planet

 

Oasis de Farafra

 

Fotos Oasis de Farafra

 

¿Vacío, el desierto? Que a nadie se le ocurra decírselo a sus amantes, que lo recorren incansablemente descubriendo siempre cosas nuevas. Ellos hablan incluso del canto de las dunas dentro del inmenso mar de arena: una música misteriosa, un verdadero lamento con sus graves y sus agudos…

Se creía que el desierto era habitado por todo tipo de criaturas temibles y fantásticas. Algunas otras, ciertamente reales, eran identificadas con los dioses, o con una parte de ellos: ese Anubis con cabeza de perro, el halcón Horus, la leona Sekhmet…

«Diccionario del amante de Egipto»
Robert Solé (El Cairo 1942)

 

 

 

 

El Desierto Blanco (Sahra El-Beyda) parece de otro planeta, con formaciones rocosas de un blanco cegador y formas caprichosas cortadas por el viento. Unos 20 km. al norte de Farafra pueden verse ya las primeras formaciones en el lado este de la carretera. Conforme se avanza hacia ellas van adquiriendo un aspecto surrealista que permite imaginarse todo tipo de formas extrañas. El mejor momento para contemplar las formaciones es durante la salida o la puesta del sol, cuando su color blanco se tiñe de rosa y naranja, o bajo la luna llena, que confiere al paisaje una fantástica apariencia ártica. La arena que rodea las formaciones rocosas está sembrada de cuarzo y diversos tipos de pirita de color negro, además de miles de fósiles pequeños.

En el otro lado de la carretera, lejos de las formas erosionadas por el viento, hay pequeños cañones formados por monolitos de creta de color blanco, tipo acantilado, que se llaman inselbergs.

A unos 50 km. de allí, en el lado sudeste de la carretera, hay dos montañas de cima plana, emblemáticas de Farafra y conocidas como los Picos Gemelos. Un poco más allá, la carretera asciende por una ladera escarpada conocida como Naqb As-Sallem (Paso de la Escalera), paso principal de entrada y salida de la depresión de Farafra que marca el final del Desierto Blanco.

Unos pocos kilómetros más al norte, el suelo del desierto se ilumina con cristales de cuarzo. Un examen más minucioso de las formaciones rocosas de la zona revela que también están formadas, en gran parte, de cristal. La más famosa de estas formaciones es la Montaña de Cristal, que de hecho es una gran roca de cristal de cuarzo.

Lonely Planet

 

Oasis de Dakhla

 

Fotos Oasis de Dakhla - Sunt Viajes Egipto

 

Dajla es un conjunto de pequeños asentamientos que se extienden en dirección este-oeste a lo largo de la polvorienta carretera. Seguramente es el oasis más atractivo del Desierto Occidental, con cultivos divididos por magníficas dunas blancas.

La “capital” del oasis es Mut, una pequeña y dispersa población con casas bajas. Tiene más interés la población medieval de Al-Qasr, a una distancia de 3 km. al oeste. Los callejones de paredes de adobe tejen un complejo entramado que une apartados patios, cruzando por túneles de arcilla soportados por vigas hechas con ramas de corte tosco. Parte de esta zona se remonta al siglo X y hay una mezquita intacta del siglo XII con un minarete de adobe. Algunas puertas tienen dinteles de traviesas de acacia talladas con el nombre del propietario de la casa, una fecha y un versículo del Corán. Hay 37 dinteles de este tipo en el pueblo, el más antiguo de finales del siglo XV.

Otros 3 km. más al oeste de Al-Qasr se hallan las tumbas de El-Muzawaka, de la era faraónica. Dos sepulturas aún exhiben pinturas murales, mientras que una tercera contiene cuatro momias. Más al oeste hay un desvío a Deir El-Haggar, un templo recientemente restaurado del reinado del emperador romano Nerón (54 – 68 d.C.).

National Geographic

 

 

 

A pesar del control total que Egipto consiguió sobre los oasis del norte durante el Imperio Nuevo, cuando era una de las grandes potencias del Mediterráneo oriental, en época de crisis siempre se ponía de manifiesto el peligroso carácter del territorio donde los oasis estaban enclavados. Era entonces cuando los tjehenu o tjemehu, como los egipcios llamaban a los libios, intentaban alcanzar la tierra de Jauja que era para ellos el fértil y rico valle del Nilo. No se sabe si querían saquear el territorio egipcio o asentarse en él; pero tanto Merneptah como después Ramsés III tuvieron que enfrentarse a invasiones libias llegadas desde el desierto. Es muy posible que las incursiones empezaran deshaciéndose de las magras guarniciones egipcias de Bahariyya y Farafra, con el fin de emplear los oasis como cabeza de puente y sortear, de este modo, las poderosas defensas egipcias situadas en la costa del Mediterráneo.

La situación de los oasis del sur fue algo distinta. Las rutas caravaneras que pasaban por ellos en dirección al interior de África, de donde se importaban numerosos bienes, no dejaron nunca de emplearse y, por tanto, esos oasis contaron desde muy pronto con presencia faraónica. Una de esas rutas se adentraba en el desierto a partir de la región próxima a Abydos, desde donde llegaba al oasis de Jarga. Allí, un nuevo camino partía hacia el sur convertido en la ruta que hoy se conoce en árabe como Darb El-Arbain (“El camino de los cuarenta días”) y terminaba en el oasis de Selima, en pleno desierto nubio, a la altura de Kerma, la meta alcanzada tras un largo y azaroso recorrido. Desde Jarga, otro camino partía hacia el noroeste para conectar con el oasis de Dajla, cuyo tamaño y riqueza explican la temprana presencia de un importante núcleo de población. Se trata del yacimiento de Ayn Asil, que parece haber alcanzado su máxima extensión a finales de la dinastía VI, durante el reinado de Pepi II. Por recientes excavaciones se sabe que en él vivieron los administradores faraónicos del oasis, enterrados en grandes mastabas emplazadas en la necrópolis de Qilat El-Dabba, situada en las cercanías.

Historia National Geographic

 

Oasis de Kharga

 

Oasis de Kharga 07 - Sunt Viajes Egipto

 

Aunque la vida de los egipcios se concentró en la estrecha franja de terreno fértil en las márgenes del Nilo, el vasto desierto occidental era una fuente vital de intercambios comerciales. Éstos se desarrollaban a partir de grandes oasis, como los de Siwa, Dakhla y El-Kharga, que los faraones egipcios trataron siempre de mantener bajo su control.

El proceso de desecación de gran parte del norte de África, que culminó en el IV milenio a.C. y dio lugar a la formación del desierto del Sahara, no fue absoluto. En algunas zonas, los antiguos lagos dejaron grandes acuíferos que los hombres aprendieron a explotar para crear oasis, zonas de tupida vegetación y de campos agrícolas. Entre ellos destacan los de Farafra, Bahariya, Siwa, El-Kharga y Dakhla. Este último, con 2.000 kilómetros cuadrados de extensión y 75.000 habitantes, es en la actualidad el más extenso y poblado. También es aquel del que se tienen noticias más antiguas: las excavaciones en el yacimiento de Ayn Asil han mostrado que en ese lugar se alzaba una ciudad populosa y y con gobernadores propios ya en tiempos de la dinastía VI, hacia 2.300 a.C.

Historia National Geographic

 

 

 

Más allá de su relevancia como enclaves comerciales, los oasis tenían una gran importancia estratégica. Así se puso de manifiesto durante el Segundo Período Intermedio (1786 – 1633 a.C.), época en la que los asiáticos asentados en el Delta, los hicsos, terminaron controlando el norte de Egipto. Los últimos faraones de la dinastía XVII, con sede en Tebas, se enfrentaron a ellos en una guerra por hacerse con el control de todo Egipto, y varios documentos (la Primera y la Segunda Estela de Karnak, además de la Tablilla Carnarvon) nos hablan de la importancia de los oasis en la contienda que enfrentó al rey tebano Kamose y al soberano hicso Apofis.

Tras lanzar un ataque preventivo contra Nubia, Kamose decidió continuar la guerra contra los hicsos empezada por su predecesor, Seqenenre Taa, dirigiéndose hacia el norte con todas sus fuerzas. Después de una primera derrota en Nefrosi, los ejércitos hicsos se retiraron hasta el Delta para reagruparse en su capital, Avaris, hasta donde fueron seguidos por los tebanos embarcados en una flota de guerra. Viendo su posición comprometida, el hicso Apofis decidió enviar un mensaje al rey de Nubia con la intención de que éste atacara por la espalda a los egipcios y poder así derrotarlos. Una vez escrita la súplica de ayuda decidió enviarla rodeando el territorio controlado por los egipcios, para lo que ordenó a su mensajero que tomara el camino de los oasis. Sin embargo, los tebanos mantenían patrullas por la zona y su mensaje fue interceptado “al sur del oasis, en el camino que conduce a Kush”.

Historia National Geographic

 

Oasis de Siwa

 

Fotos Oasis de Siwa - Sunt Viajes Egipto

 

Aumenté la velocidad… Un enorme y deslumbrante muro de amarillo se alzó vertiginosamente alto hacia el cielo. El camión se inclinó violentamente hacia atrás – y nos elevamos como en un ascensor, suavemente sin vibración. Flotamos en una nube amarilla. Todos los movimientos habituales de un coche habían cesado; sólo el velocímetro nos decía que seguíamos moviéndonos rápido. Fue increíble…

Ralph Alger Bagnold (Plymouth, England 1896 – 1990)

 

 

 

 

Hay un Oasis que ha sido una atracción durante mucho tiempo, el de Siwa. Se trata de un lugar de legendaria belleza, cuya relativa inaccesibilidad aún le otorga más misterio. Queda fuera de la ruta de los demás oasis de Egipto, en el extremo noroeste, cercano a la frontera con Libia y aún hoy exige el esfuerzo de hacer un viaje incómodo.

Un lugar de fértil verdor, aislado en pleno Desierto Occidental. Entre Siwa y El Cairo se extienden 550 km. de arena. En la Antigüedad fue famoso por el oráculo de Amón, consultado incluso por Alejandro Magno. Conserva una atractiva combinación de tranquilidad, belleza e inaccesibilidad.

Aislado a lo largo de su historia de los acontecimientos que se producían junto al Nilo, el oasis se ha desarrollado independientemente del resto de Egipto. Por ejemplo, la mayoría de los habitantes de Siwa hablan siwi, una lengua bereber que recuerda sus orígenes de nómadas beduinos. La comunidad (unos 15.000 habitantes) también conserva la estructura tribal con los jefes de las distintas tribus, los jeques, actuando como autoridad local.

National Geographic

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