Oasis Occidentales
Hoteles Oasis Occidentales - Sunt Viajes Egipto
- QASR EL-BAWITY (Oasis de Bahariyya)
- BADAWIYA FARAFRA (Oasis de Farafra)
- BADAWIYA DAKHLA (Oasis de Dakhla)
- DESERT LODGE (Oasis de Dakhla)
QASR EL-BAWITY
Bawity, Bahariyya Oasis.
Habitaciones de piedra revestida, techos abovedados y muebles ornamentados. Qasr El-Bawity Hotel ofrece una experiencia íntima de hotel en medio de un entorno desértico suntuoso. Hay dos piscinas, una natural, y el restaurante es bastante bueno.
Lonely Planet
Bahariya, a unos 330 kilómetros al suroeste de El Cairo, es el más próximo a la capital de los cuatro oasis del Desierto Occidental. En el oasis hay varios pueblos diseminados, pero el principal es Bawiti (30.000 habitantes). El lugar tiene cierto aire fronterizo. A primera vista no hay signos del verdor de un oasis, pero si se camina en cualquier dirección las vías pavimentadas dejan paso a senderos de arena flanqueados de tradicionales casas de adobe y de palmeras.
Hace dos mil años, todo era muy diferente. En el periodo grecorromano, Bahariya prosperó como uno de los espacios más exuberantes y prósperos de Egipto, que enviaba trigo y vino al valle del Nilo. Los arqueólogos creen que en el oasis había una población de medio millón de personas. Las pruebas que corroboran esta afirmación provienen del interesante hallazgo de una inmensa necrópolis, con muchas tumbas intactas y varios centenares de momias.
National Geographic
En Marzo de 1999, un equipo de arqueólogos empezó a excavar una supuesta necrópolis en el desierto, a unos 6 kilómetros de Bawiti. Excavaron de forma simultánea en cuatro puntos diferentes y en cada uno apareció una tumba literalmente atestada de cuerpos momificados. Amontonados en lo que probablemente eran tumbas familiares, se encontraron 142 cadáveres rodeados de escarabeos, collares, pendientes de cornalina, pulseras de plata e imágenes de Bes, el dios de la fertilidad.
Excavaciones posteriores, en Mayo de 2000, sacaron a la luz la tumba de Jed-Khenso-Iufankh, gobernante de Bahariya, de la XXVI dinastía, bien conocido por historiadores y arqueólogos, que buscaban su tumba desde hacía décadas. Al mismo tiempo, se abrieron otras siete tumbas en las que se encontraron cien momias, algunas con máscaras de oro. Había una madre momificada con un niño, también momificado, sobre su pecho.
Los arqueólogos calculan que debe de haber 10.000 momias más esperando a ser descubiertas. Mientras las excavaciones continúan, el yacimiento está cerrado al público.
National Geographic
BADAWIYA FARAFRA
Gamal Abdel Nasser St., Farafra.
El Badawiya Farafra Hotel es un edificio de abobe, diseñado con buen gusto, en la carretera de Bahariyya a Dakhla. Punto neurálgico para los viajeros que atraviesan el desierto Occidental. El Badawiya Farafra Hotel dispone de 22 habitaciones inmaculadas de varios estilos.
Lonely Planet
Muchos de los habitantes de Farafra son beduinos que todavía conservan sus antiguas tradiciones culturales. Todas las casitas de adobe del pueblo tienen modernas puertas de madera con cerraduras medievales.
La especialidad de la región es el cultivo de la aceituna y la elaboración de aceite, pero el oasis produce también dátiles, higos, albaricoques, guayabas, naranjas, manzanas y semillas de girasol.
Hay más de cien fuentes y pozos en los alrededores del oasis.
Lonely Planet
El encargado de los oasis fue, en origen, el nomarca o gobernador de la provincia de Tinis (Abydos). Uno de estos nobles, Intef, aparece mencionado en su tumba como “aquél que posee autoridad sobre los oasis”. Pero en época de Tutmosis III (1490 – 1436 a.C.) los oasis contaban ya con gobernadores propios llegados desde Tebas o Tinis. Pocas generaciones después, este cargo era ocupado por sus descendientes, nacidos en los territorios que gobernaban. La decoración de la tumba tebana de Puyenre, gran sacerdote de Amón en época de Tutmosis III, nos ofrece algunas pinceladas del control administrativo ejercido por el faraón sobre los oasis. En ella podemos ver a un escriba de quien se nos informa que está “contando el tributo de los oasis”, mientras delante de él dos personas postradas en el suelo aparecen identificadas como “los grandes de los oasis del Sur y del Norte”, lo cual nos indica que se trata de los gobernadores de estos enclaves faraónicos en pleno desierto. Encontramos escenas semejantes en la tumba de Rekhmire y quizá en la de Ineni.
Pese a la ausencia de restos arqueológicos, no hay duda de que el contacto entre los oasis y el valle del Nilo se producía de forma regular, como demuestran algunos textos. Por ejemplo, la primera vez que el oasis de Farafra aparece mencionado en textos egipcios es en una de las obras cumbres de la literatura faraónica, El Campesino Elocuente, la historia de un campesino a quien roban cuando se dirige al mercado. Entre los productos que este digno padre de familia del Wadi Natrun decide llevar a la capital de El-Fayum para hacer negocios se encuentran trozos de madera anut de la Tierra de la Vaca, es decir, de Farafra.
Historia National Geographic
BADAWIYA DAKHLA
Al-Qasr, Dakhla Oasis.
Edificio tradicional de barro cocido en los alrededores de Al-Qasr, en el oasis de Dakhla. El Badawiya Dakhla Hotel ofrece habitaciones con aire acondicionado y balcón, y cuenta con zona de piscina ajardinada y terraza con tumbonas. Las habitaciones son elegantes y cuentan con zona de estar, minibar y baño privado con ducha con paredes de cristal.
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Dakhla, unos 189 km. al oeste de Kharga, se originó a partir de los más de seiscientos manantiales y estanques naturales que irrigan la zona.
Sus pintorescas aldeas de adobe, muchas de ellas construidas sobre asentamientos anteriores, se levantan entre inimaginables campos agrícolas y árboles frutales.
El oasis está habitado por unas setenta mil personas y produce arroz, trigo, mangos, naranjas, aceitunas, dátiles y albaricoques.
Recientes investigaciones han demostrado que Dakhla ha sido habitado ininterrumpidamente desde la Prehistoria. Durante el Neolítico hubo allí un gran lago y las pinturas rupestres demuestran que a sus orillas acudían elefantes, búfalos y avestruces. Se cree que, cuando el lago se secó, la población humana migró hacia el este y formó los primeros asentamientos del valle del Nilo. Se han hallado restos de ese periodo en excavaciones por todo el oasis, lo que ha aportado más conocimientos sobre su relación política y económica con el Egipto faraónico. Los arqueólogos también están tratando de reconstruir pruebas sobre la influencia de Dakhla en el valle del Nilo en tiempos posteriores, para poder explicar mejor cómo durante miles de años aquellas comunidades sobrevivieron allí haciendo frente al aislamiento y los ataques de tribus hostiles.
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La excepcional Darb Al-Arba’een o “Ruta de los Cuarenta Días” fue antiguamente la única ruta comercial importante de norte a sur de África que atravesaba el Desierto Occidental de Egipto. Se trata de una pista de 1.721 km. que une Fasher, en la provincia sudanesa de Darfur, con Asiut, en el valle del Nilo, y fue una de las principales rutas de caravanas por la que viajaban mercancías preciosas de Sudán, como oro, marfil, pieles, plumas de avestruz y sobre todo esclavos, en dirección norte, hacia el valle del Nilo y hasta el Mediterráneo. Se cree que se remonta al Imperio Antiguo y que la riqueza de las mercancías transportadas por ese camino era tal que su protección constituía una prioridad. Los romanos invirtieron sus intereses allí y construyeron una serie de fortalezas, como la de Dush, el monasterio de Al-Kashef y Qasr Al-Ghueita, para cobrar impuestos a las caravanas y tratar de frustrar los frecuentes ataques de las tribus del desierto y los ocasionales saqueos de los nubios.
A pesar de los peligros, Darb Al-Arba’een prosperó hasta bien entrada la época islámica, momento en que constituía la principal fuente egipcia de esclavos. Una cantidad incalculable de cargamento humano murió de hambre y sed durante el trayecto hacia el norte. Según los viajeros europeos del s. XIX, los esclavos viajaban expuestos al intenso calor del verano porque sus comerciantes preferían arriesgarse a que se deshidrataran en un “camino hacia una muerte polvorienta”, como lo ha llamado el geógrafo británico G. W. Murray (Dare Me To The Desert), antes que exponerlos a las bronquitis y neumonías de los fríos vientos invernales.
A pesar de los intentos británicos de detener el comercio humano, los esclavos fueron trasladados al norte hasta que Darfur entró a formar parte de Sudán, a principios del s. XX. Entonces Dar Al-Arba’een se extinguió y, en la actualidad, la ruta está casi perdida.
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DESERT LODGE
Al-Qasr, Dakhla Oasis.
Cuidadosamente diseñado, esta fortaleza de adobe corona la colina en el extremo norte de Al-Qasr, con vistas al pueblo medieval. El restaurante es correcto, y también hay un bar, una fuente termal privada y un estudio de pintura al borde del desierto.
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A través de estos oasis se tejieron algunas de las rutas comerciales que abastecían a todas las zonas de influencia egipcia de productos de gran valor procedentes del interior de África, como el marfil, el incienso, las pieles de pantera, el ébano o el oro.
Desde muy pronto, los faraones mostraron un gran interés en poner bajo su control los oasis que servían de base de operaciones para los mercaderes. Así sucedió con los de Dakhla y El-Kharga, donde el poder faraónico estableció gobernadores que en ciertos períodos llegaron a constituir dinastías. Las decoraciones de algunas tumbas de nobles del Nilo incluyen escenas de escribas “contando el tributo de los oasis”.
En cuanto a los oasis septentrionales -en particular los de Farafra y Bahariya-, se encontraban en el área de actuación de las tribus nómadas libias, una amenaza recurrente para el país del Nilo; por ello su dominio revistió gran importancia estratégica para los faraones. El oasis de Siwa, por su parte, fue durante mucho tiempo sede de una dinastía de reyes libios; las crónicas relatan el fallido intento de conquistarlo por parte del rey persa Cambises (524 a.C.) y la célebre visita de Alejandro Magno en 331 a.C.
Historia National Geographic
Teneida, el pueblo más oriental del oasis de Dakhla, existe desde la antigüedad, pero su fama contemporánea se debe a uno de los viajes por el desierto más increíbles que ha realizado el ser humano durante el último siglo.
Cuando los italianos llegaron al oasis de Kufra (Libia) en 1930, algunos nómadas de la zona prefirieron tentar a la muerte en el desierto antes que someterse a un gobierno extranjero. Sin tiempo para prepararse, un grupo de unos quinientos hombres, mujeres y niños se aventuró a cruzar un peligroso tramo de 322 km. del Gran Mar de Arena y el Gilf Kebir, hasta llegar a Uwaynat. Una vez allí descubruieron que no había llovido en muchos años y que sin comida ni camellos iban a perecer. Los que conocían bien la zona se dirigieron hacia Dakhla. Por pura casualidad, una patrulla británica encontró al grupo que permanecía en Uwaynat y consiguió salvar a la mayoría de sus integrantes. Al cabo de veintiún días, tres de los hombres que habían abandonado Uwaynat llegaron tambaleantes a Teneida y se organizó una operación de rescate para encontrar al resto de los refugiados que vagaba por el desierto. Según una crónica del Times londinense de 1931, unos trescientos nómadas llegaron a Dakhla después de cubrir 676 km. de desierto a pie y sin agua.
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