Motonaves
Cruceros Río Nilo & Lago Nasser
El Nilo, el río más largo del mundo, se abre paso por África a través de una increíble extensión de 6.680 km. y serpentea en dirección norte hacia el mar Mediterráneo.
Comienza su trayectoria en dos fuentes principales separadas por 1.500 km.: el lago Victoria, en Uganda, desde donde el Nilo Blanco recorre casi 3.000 km., y el lago Tana, en las tierras altas de Etiopía, origen del Nilo Azul.
Ambos convergen en Khartoum (Sudán) y están unidos por un único afluente, el Atbara, situado unos 320 km. al norte de Khartoum. Desde ahí, el río fluye en dirección norte hacia el Mediterráneo, sin ninguna otra fuente que contribuya a llenar sus aguas.
Lonely Planet
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El Nilo era la antigua autopista de Egipto, ya que recorre toda la longitud del país. Los faraones cruzaban su reino por el río; fue ruta tanto de comerciantes como de invasores y, al morir, los antiguos fletaban barcas por él hacia el inframundo.
Hasta el siglo pasado, con los primeros ferrocarriles y, más tarde, los aviones, no ha sido superado como medio de transporte.
Ya desde el siglo V a.C., cuando el cronista griego Herodoto se trasladó por el río, los viajeros han contemplado Egipto desde la cubierta de un barco.
National Geographic
Éstos son algunos de los barcos con los que trabajamos habitualmente.
M/S Al Jamila
M/S Amarco II
M/S Darakum
M/S Eugenie (Lago Nasser)
M/S Kasr Ibrim (Lago Nasser)
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Los antiguos egipcios llamaban a su país Kemet, “tierra negra”, debido al color negro del limo llevado y depositado por la inundación anual del Nilo que fertilizaba las tierras cultivables. Kemet era la zona habitada y donde era posible el cultivo de los campos. Egipto era sólo la tierra fértil del valle (Alto Egipto) y del delta (Bajo Egipto). El resto era Desheret, “la tierra roja”, llamado así por el árido color de las arenas del desierto deshabitado, yermo e infecundo.
El Nilo también dividía el país en dos mitades: iabet, “oriente”, e imenet, “occidente”. Para el pueblo egipcio, el recorrido que realizaba el sol en el horizonte tenía importantes connotaciones funerarias. El sol desaparecía cada atardecer por occidente simbolizando la muerte, y nacía cada mañana por oriente simbolizando la vida y la resurrección. Por ello, las ciudades y las aldeas de los antiguos egipcios se ubicaban siempre en la ribera este del Nilo; y las necrópolis y los templos funerarios, en la orilla oeste.
Teniendo en cuenta el alto valor simbólico que tenía el Nilo para el pueblo egipcio y dado que la religión egipcia era politeísta, no podía faltar una divinidad que personificase el río. Ésta era Hapi, un dios que representaba el poder benéfico y fecundante del río que hacía verdear las orillas del valle y del delta. Los egipcios le dedicaron numerosos himnos: “¡Salud a ti, oh Hapi que has salido de la tierra, que has venido para dar vida a Egipto!”. En las representaciones iconográficas adopta el aspecto de un hombre desnudo, de piel verde azulada, ataviado con una barba postiza –símbolo de poder–, con senos caídos y barriga abultada, apariencia que subraya los conceptos de fertilidad y aprovisionamiento. A menudo aparece también cargado de plantas y de peces. Asimismo, Hapi custodiaba las fuentes de la inundación que, según las creencias egipcias, se hallaban en Elefantina, no lejos del grupo de rápidos conocidos como primera catarata. El pueblo egipcio lo veneraba, y el faraón le hacía ofrendas para que la crecida del Nilo tuviera lugar durante el período correcto y su caudal fuese el adecuado. En efecto, si las aguas no subían lo suficiente, se reducía la superficie de tierra donde se podía sembrar y las cosechas decrecían, con la consecuente hambruna entre la población. Una crecida excesiva también conllevaba consecuencias desastrosas; se perdían cosechas enteras por anegamiento, se destruían los diques y canales, y aldeas y pueblos enteros eran arrasados.
La inundación anual del Nilo se producía durante la estación de ajet, que empezaba a finales de junio. Era el momento en que las aguas del río traían la fina capa de sedimentos y nutrientes que se depositaba sobre la tierra y aseguraba la fertilidad de los campos y, con ella, la abundancia agrícola. La altura de la crecida anual se medía con los nilómetros, unas estructuras de piedra en forma de pozos con escaleras descendentes, en cuyas paredes se tallaban unas marcas que indicaban la superficie aproximada del terreno que sería inundada y sometida al control fiscal. La medida del nivel de las aguas del Nilo era, por consiguiente, un asunto de máxima relevancia para la administración faraónica, ya que le permitía calcular los impuestos a percibir.
A fin de aprovechar al máximo las crecidas del Nilo, los antiguos egipcios construyeron diques que permitían retener el agua necesaria para irrigar los campos mediante un elaborado sistema de canales de regadío y acequias. El trabajo de los labriegos también incluía limpiar y acondicionar los canales naturales para asegurar tanto la distribución gradual de las aguas aportadas durante la crecida como su posterior evacuación en cada cuenca. Asimismo, las comunidades campesinas también se encargaban de reforzar los márgenes del río para prevenir posibles desbordamientos.
A mediados de octubre daba comienzo la estación de peret. El agua de la crecida era evacuada, la tierra resurgía y los campos, colmados de espeso y húmedo limo, quedaban listos para la labranza y la siembra. La tierra reblandecida que el Nilo dejaba a su paso hacía que las tareas agrícolas no requirieran un gran esfuerzo físico. Los cultivos más importantes en el Alto Egipto fueron sobre todo el trigo, la cebada, el lino y la caña del papiro, aunque también se cultivaban frutas, legumbres y dátiles. En el Delta, el Bajo Egipto, los egipcios nunca pudieron explotar grandes extensiones de terreno, ya que la zona estaba anegada por extensas marismas y pantanos. No obstante, la vid se cultivó en el Delta occidental, aunque su producción era también significativa en los oasis del desierto libio. Los antiguos egipcios sabían que los terrenos situados tras los límites de la inundación eran los más adecuados para plantar sus viñedos. Así, la viña se plantaba cerca del río, pero en una zona que no llegaba a inundarse y donde la tierra estaba constituida principalmente por grava.
En la estación seca, shemu, que se iniciaba en febrero, se realizaba la siega y recolecta de los frutos. Finalizada la cosecha, y hasta la nueva crecida, la mayor parte de la tierra permanecía sin cultivar. El sol y el exceso de calor la secaban, agrietándola, facilitando, así, su aireación y evitando una acumulación excesiva de sales.
Irene Cordón i Solà-Sagalés
Historia National Geographic
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